Era el año de 1983. Ese año no fue bueno para nadie en el barrio. La tristeza y el hambre eran comunes entre las esteras, los plásticos y el polvo de verano que embarraba de cuando en cuando con las lluvias que se burlaban de la escasez de agua.
Fue en ese verano que Johni vivió momentos inolvidables: las vacaciones, la calle, las ventas de chupetes, las visitas forzadas a la familia; y sobre todo, por lo que sus tiernas manitos cogieron con la más sana inocencia de los 7 años.
Johni era el segundo hermano de Enrique. Extrovertido, callejero, experto en trompo y huaraca, busca pleitos. Era el hermano perfecto para un barrio como el de Víctor Raúl Hay de la Torre. Al decir de los tíos, era el palomilla de la familia y la pinta del papá era su mejor presentación.
Fue en esa mañana en que la Loca (así le decían a Leocadia, la esposa de Isidoro Olarte) había amanecido con ganas de fregar a todo el mundo. Sus gritos se oían a través de las paredes de estera hasta la casa de Macaria Blácido.
- que mierda quiere esta gente, joder nada más saben – gritaba Leocadia - Seguro quieren que me robe a sus maridos. Ni me jodan que si quiero me los llevo.
Ella era sí. Se había casado muy joven con Isidoro Olarte y tenía un hijo pequeño aun. No sabía ni arreglarse el cabello cuando llegó al barrio. Isidoro la golpeaba cada vez que llegaba en tragos y los gritos ensordecedores de la mujer causaban lástima en las vecinas del sector.
- Arréglate – le decía Andrea- píntate, utiliza ropa más juvenil para que tu esposo te mire y se alegre de tenerte así.
- Debes cocinar mejor, prepárale los platos que le gustan, utiliza condimentos, mantén limpia tu casita, añadía Macaria.
Ella les hizo caso. Empezó a arreglarse, aprendió a cocinar, se puso más coqueta y al poco tiempo huyó de su casa con el esposo de Andrea. Fue el origen de los insultos entre ambas y entre ella y las vecinas del barrio. Sus gritos eran tan desesperantes y sus frases tan groseras que la bautizaron como La Loca. En verdad parecía estarlo. A veces, cogía a Michael –su hijo- y lo golpeaba sin descansar; otras veces insultaba a todos desde su casa, incluso en una ocasión llegó a rociar con combustible la tienda de abarrotes de Andrea para prenderle fuego. Realmente estaba loca esa mujer.
Aquella mañana, ella empezó así, insultando a Andrea y a sus hijos. Las vecinas del barrio ayudaron a caldear los ánimos.
- métete a su casa, sácala de los pelos y acá le pegamos entre todas.
- Vamos Andrea, no te chupes. Entra y sácale la mierda.
- ¿Hasta cuando vas a aguantarla? Si no la paras ahora te va a tener de cojuda siempre.
Andrea se armó de valor. Cruzó por la tiendita, salió, avanzó hacia la casa de la mujer, golpeó la puerta y aunque hasta ahora no sabe explicar como, empezó a responder los insultos.
- sal pues, sal. Me quieres pegar, aquí estoy, ven, ¡cobarde!, ¿porque no sales?
- Valiente eres, ven pues, serrana de mierda, ven, entra para que veas lo que te hago.
- Loca de mierda, me jodes todo el día, friegas a mis hijos, te robas a mi marido, ¿ahora que quieres?, ¿quieres pegarme?, ven pues, ¡sal!
- ¡seré idiota!, ahí están tus amigas pues, ¿que quieren, que me las tire a todas?
Eso fue todo. No se oyeron más palabras, solo algunos gritos de dolor y rabia mezclados entre los insultos que brotaban de todos lados como eco perdido.
Andrea empujó la puerta, Enrique iba detrás de ella junto a Johni y Yeny. Leocadia había salido a su patio. Andrea y sus hijos se aban
Lanzaron sobre la Loca, las dos se cogieron de los cabellos mientras se insultaban. Parecían dos fieras que peleaban por su presa, desgreñándose, clavándose las uñas donde encontrasen carne. Los hijos de Andrea –cual animalitos con afán de supervivencia – se prendieron del cuerpo de la mujer y entre todos empezaron a arrastrarla hacia la calle. Enrique se colgó del cuello de la mujer, agarró lo que pudo; Yeny logró prenderse de la falda, una manito jalaba la tela mientras que la otra se sostenía de la cintura para no caer; y Johni, bueno, no lo vi, él lo cuanta cada vez que recuerda ese día, esto fue lo que pasó. Él, en su afán de prenderse de algún lugar, se lanzo sobre las piernas de la mujer y para no caerse, sus manitos –por instinto seguramente – se prendieron de lo primero que encontraron. Las manos pequeñas ayudaron poco para que se sujete de la mujer –en movimiento por la pelea que sostenía – por lo que a duras penas atinó a apretar fuerte.
Por fin, lograron llevarla a la mitad de la calle, las vecinas no perdonaron, fue una especie de justicia popular que aplicaron contra ella. Macaria cogió pedazos de ají y empezó a frotarlos en el cuerpo casi desnudo de Leocadia, Julia ayudaba golpeando a la mujer cada vez que intentaba reponerse; y Andrea, ella parecía poseída montando sobre la fiera que deseaba reventar a punta de puñetes. Johni ya no estaba para entonces pues había corrido hacia el cerrito pequeño que adornaba el barrio.
- solo sentía pelos pues, ¿que querías? Me dio miedo y por eso corrí. Yo me estaba cayendo y para no soltarme, metí mis manos entre sus piernas, cogí puros pelos, se quedaron pegados en mis manos, eran bien raros, Me caí y luego corrí. Mi mano olía raro, mami.
- Nada ya. Yo te vi arriba, en el cerrito, bien sentado y mirando como le pegábamos a la loca.
sábado, 1 de marzo de 2008
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1 comentario:
jajaja es una buena historia muy chistosa jaja
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